República Checa

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Este pequeño país centro europeo tiene un destino imprescindible, pero el resto se me antoja en cierto modo prescindible.

La naturaleza existe pero no es muy espectacular; hay montañas y bosques, pero que no aportan mucho respecto a los del resto de Europa.

Por otro lado, las ciudades tienen una arquitectura extraordinariamente bella, si bien, como ocurre en su vecina Polonia, todas más o menos se parecen. He estado dos veces; la mayor parte del tiempo lo he pasado en la imprescindible Praga, una de las ciudades más bellas de Europa y quizá del mundo. También he ido Karlovy Vary, pero eso es todo lo que conozco de República Checa. La próxima vez me gustaría ir a Marianske Lazne y a Cesky Krumlov, aunque lo cierto es que las fotos que veo me llevan a pensar que no van a ser muy diferentes de Karlovy Vary el primero y de Praga el segundo, y así con el resto de ciudades. Muchas de ellas serían de visita obligada si estuvieran en otro país, pero después de ver Praga, todas resultan parecidas, lo que desmotiva a pasar mucho tiempo en Chequia.

¿Gastronomía? No, la verdad es que no volvería por la gastronomía; ni me disgusta, ni me encanta; no obstante el que sea aficionado a la cerveza tal vez no se a capaz de salir de este país, basta decir que Pilsen y Budweis son los nombres de dos ciudades checas.

Otra cosa es la gente, los checos son en general encantadores y amables. Hay una leyenda urbana que dice que los praguenses se han vuelto desagradables con los turistas porque hay demasiados; para nada es esa mi experiencia, como turista ya quisiera que en algún otro país se me hubiese dado el trato que se me ha dado allí. Un país en el que es fácil organizarse, moderno y, aunque Praga no lo parezca, si se sabe buscar aún es un país barato.

En resumen: a mi entender, Praga es una maravilla y hay que ir a verla. Lo demás es lo demás, y hasta ahora no me he decidido a explorarlo en profundidad.