SANTORINI

Estuvimos aquí: 27 de septiembre y 3 de octubre de 2017.
Número de días necesario: 1.
Mi puntuación: 5/5.

Su nombre real es Thera, pero todo el mundo la conoce por el que proviene del italiano «Santa Irene». En realidad un archipiélago compuesto por varias islas, no es más que el borde superior de la antigua caldera de un volcán, de ahí su forma más o menos circular, que explotó en el año 1628 o 27 a.c., cuando la isla ya estaba habitada. El maremoto que originó se considera responsable de la desaparición de la civilización minoica de Creta. Sigue siendo una región con actividad volcánica, con su última erupción en 1950.

Su primer nombre, hace miles de años, fue Kallisté, que significaba «la más hermosa». Aunque seguro que quedaban muchas islas cercanas por descubrir, no iban nada desencaminados. Mil veces volvería a esta maravillosa isla, preciosa a cada paso, a cada balcón sobre cada acantilado; me cuesta creer que ya haga un año que me fui. Aunque tal vez en arquitectura Miconos le gane, el emplazamiento de los pueblos de Santorini es imbatible, es uno de esos pocos lugares donde paisaje y acción humana casan a la perfección, donde cada rincón es tan fotogénico que dan ganas de explorar todas las callejuelas para encontrar otro aún más bonito y con menos gente, hallar un sitio sólo para uno mismo, y en nuestra búsqueda nos dará igual si ya hemos pasado por la misma calle más de una vez. Cualquiera desearía alquilar uno de esos alojamientos con terraza infinita (o piscina) y poder teletransportarse allí cada vez que quisiera; la verticalidad del acantilado con el intenso azul del mar y el blanco de los pueblos forman una imagen fabulosa. Santorini es la isla griega más famosa y reconocible y su fama mundial está absolutamente justificada. Lo extraño es que no haya otros lugares que haya intentado imitarla.

Es cierto que tiene muchas cuestas, muchos turistas, es muy caro y el calor es muy intenso en verano, pero en el fondo, lo único malo de Santorini es tener que marcharse.